jueves, 28 de abril de 2011

Viaje a Roma

Bueno, como la anterior entrada ha sido un poco (demasiado) de relleno, voy a contar en ésta el maravilloso viaje a Roma que me regaló Uruha en febrero.

Todo comenzó en diciembre, cuando decidió empezar a darme pistas sobre el regalo que me iba a hacer. Pasaron los días, y yo no sabía que podía ser, hasta que me dijo que era un viaje. Sin embargo, me dijo que el destino era un lugar de España... Ay, qué bribón!

Siguió pasando el tiempo, y las pistas se iban acumulando (falsas casi todas, pero bueno). Finalmente llegó el día de marchar. Montamos al bus con dirección Madrid-Barajas, para coger el avión que nos habría de llevar a nuestro destino.

En el aeropuerto, con el fin de que fuera una sorpresa hasta el final, Uruha me quitó las gafas y me hizo ponerme la música a tope, mientras pasábamos los controles. Enseñé el billete sin mirarlo. Había montado al avión desconociendo hacia dónde me dirigía.

Nada más montar no noté nada extraño. Pero según me fui fijando, me di cuenta de que toda la publicidad estaba en italiano. Pero claro, él me había dicho que de verdad no íbamos a salir de España, así que descarté esa posibilidad, y pensándolo, me quedé dormida.

Cuando desperté, miré por la ventanilla. Cuál fue mi sorpresa al ver que sobrevolábamos las islas Baleares! "Por aquí no se va a ningún sitio de España" Pensé. Desperté a Uruha, pero no me hizo ni caso. No volví a dormirme; continué mirando po rl aventanilla, con el fin de averiguar hacia dónde íbamos. La idea de Italia comenzó a tomar forma en mi mente de nuevo, pero se esfumó rápidamente cuando la península Itálica quedó lejos. Aún no entiendo el rodeo que dio el avión, qué extraño: rodeó toda Italia en lugar de atravesarla. Después de un rato, Italia volvió a ser visible, y el avión comenzó a descender. No reconocíamos ningún edificio de la ciudad a la que nos dirigíamos, debían de estar todos al otro lado.

Sabía que tenía que ser Roma, pero no encontraba los indicios que estaba buscando. Cuando nos bajamos del avión, un gran cartel me reveló lo que desde hacía rato yo estaba buscando: la certeza de que estaba en Roma. Sólo de recordarlo me emociono.

Cogimos el bus y el metro, y tras continuar vivos después del infierno que son los cruces en Roma, llegamos al hotel. Me arrepentí (y aún lo hago) de haberme llevado al viaje unas botas nuevas, porque me estaban matando los pies.

El hotel era un antiguo monasterio adosado a una iglesia, precioso, de verdad. Cada vez sentía más que el regalo que yo había comprado para él (con el dinero que tenía) no valía nada en comparación con todo eso.

Dejamos las cosas en la habitación, y salimos a la aventura. Con la mala suerte de que una de mis lentillas comenzó a hacerme daño, y entre eso y las botas, no era persona. Me puse de mal humor, porque estábamos lejos del hotel y no llevaba las gafas... y así me tocó estar el resto de la tarde y de la noche. A pesar del dolor que sentía, no pude dejar de impresionarme cuando al salir del metro el Coliseo se alzaba ante nosotros, enorme y majestuoso. Y a partir de ahí, todo me parecía más y más impresionante: las columnas, la Piazza Venezia, el Panteón, todo, todo, y no fueron pocas cosas las que vimos esta tarde. Aunque me estaba muriendo del dolor... Qué precioso es Roma, todos sus rincones, cualquier cosa, tiene historia. Y qué cansado es recorrer sus angostas calles, sobretodo si llevas unas botas que te van dejando los tobillos como si llevaras grilletes, y una lentilla que notas que te está quemando el ojo. Pues después de recorrer mil y na calles, llegamos al restaurante donde íbamos a cenar, y allí, me quité las lentillas. Cené ciega, y regresé al hotel igual. Él me guiaba por Roma. Aún me arrepiento de haberme puesto aquella tarde las lentillas...

Esa noche le di mi regalo, el primer CD de Dir en grey, y bueno, al menos no se lo esperaba, le gustó bastante, menos mal T_T

Al día siguiente, por supuesto, no me las puse, porque con las gafas no tengo problemas. Ese día fuimos al Vaticano. Impresionante, me gusta mucho el arte, y me impresionó todo muchísimo. Cuando terminamos de ver la Basílica y los museos (que subir hasta la cúpula es horrible, qué escaleras más estrechas por Dios, y qué vértigo arriba... y encima se me acabó la batería del móvil y me quedé sin foto!) fuimos a dar un paseo pasando por el castillo de Sant Angelo, subiendo por el Monte Gianicolo y finalmente bajando (encontramos por ahí la embajada española XD) hacia el Trastevere, barrio donde íbamos a cenar esa noche. La verdad es que la calzone que me zampé allí estaba exquisita, a ver si volvemos pronto.

Después de cenar fuimos a ver la Plaza de España (donde un nigga me timó y le coló dos rosas a Uruha, toma, por no querer regalarme flores) y la Fontana di Trevi. aaah, qué bonita es... Y yo sin poder hacer fotos. Al final, regresamos al hotel exhaustos, pero con las rosas...

Y llegó nuestro último día en Roma. Tocaba la caminata padre, mis pies ya estaban insensibles. Esa mañana recorrimos todo el Monte Palatino, que es enorme, y lo vimos enterito; el foro romano, que es genial también; y por último, entramos al Coliseo. Si hubiera visto la serie de Spartacus antes, creo que allí me hubiera flipado (risas).

Por la tarde fuimos a la Plaza del Capitolio, y estuvimos buscando por allí el Templo de Saturno, que no llegamos a encontrar. Fuimos a la parada de buses (caóticos buses romanos) y esperamos a que llegara el nuestro, queríamos volver a Trevi para hacernos una foto y tirar la moneda. Media hora como mínimo estuvimos esperando, hasta que al final llegó nuestro bus. Por fin conseguimos nuestra foto en la Fontana. Y entonces Uruha dijo de ir a un barrio (que estaba a tom*r por cul*) a cenar, porque allí estaba otro de los restaurantes must go. Bueno, pues el barrio éste es donde está la Pirámide, y también había un castillo (como he dicho antes, dónde no hay cosas en Roma? XD) Y tras andar un buen trecho (hicimos una apuesta: si el restaurante estaba cerrado, él pagaba la cena y el taxi al aeropuerto) y llegar al restaurante, bingo! estaba cerrado los domingos. Así que adivinad quién pagó la cena... Yo no, por supuesto. Eso sí, cenamos en otro restaurante de la zona, y la verdad es que genial. después de cenar, fuimos en busca de un bus que nos llevara a Piazza Venezia al menos (repito que estábamos alejados del mundo) pero no encontramos nada, así que fuimos andando por el paseo que había al lado del río, y finalmente llegamos a un sitio. Qué random e inesperado fue encontar allí la Bocca della Verita, por supuesto cerrada,dado que eran más de las once ya. Continuamos andando (todo el trayecto lleno de vestigios de épocas pasadas) hasta que, sorpresa! aparecimos por detrás del Capitolio. Subimos hasta la Piazza Venezia, y finalmente cogimos un taxi para ir al aeropuerto.

La verdad, muchas gracias por este regalo tan estupendo, te quiero muchísimo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola,

Cual era el hotel donde estuvisteis alojados? Estaba bien?
Estamos buscando un alojamiento para ir a roma, pero con tanta variedad no conseguimos elegir uno decente....

Gracias de antemano.

Un saludo.

 
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